Mons. Alfonso Milián Sorribas

Alfonso y su pueblo.
Alfonso Milian Sorribas nace en La Cuba, a las dieciocho horas del día 5 de Enero de 1939 en la Calle Calcina Nº 24 de La Cuba. Es hijo de Baldomero Milian Casanova de 29 años de edad, natural de La Cuba y su esposa Dª Antonia Sorribas Palomo de 38 años de edad, natural de Mirambel. Nieto por linea paterna de Vicente Milian Escuder y de Maria Rosa Casanova Royo. Por linea materna de Jose Sorribas Palomo y Miguela Palomo Royo.
Su acta de nacimiento en el Registro Civil de La Cuba la firman D. Baltasar Guarch Marín como Juez de Paz, D. Dionisio Carrascull Gonzalez como Secretario, D. Jose Cerdan Oliver y D. Jose Orti Milian como testigos y Dª Teresa Milian Sorribas (hermana de Alfonso) en calidad de declarante.
Es Bautizado en la pila bautismal de la Iglesia Parroquial de San Miguel Arcangel de La Cuba el día 8 de enero de 1939.
Es una persona muy unida a su pueblo, siempre ha mostrado una especial sensibilidad e interés con todas las cuestiones relacionadas con su localidad natal y es muy querido por sus vecinos.
Ha trabajado activamente en las obras de restauración de la Ermita de San Cristobal y la Iglesia Parroquial de San Miguel.
Ha sido el inspirador de la actual fiesta de San Cristobal y Santa Brigida. Visita su pueblo y su casa asiduamente cuando sus obligaciones se lo permiten, charla y comparte problemas y alegrias con todos sus vecinos.
El día 22 de diciembre del año 2000, los vecinos de La Cuba, reunidos en Asamblea vecinal acordaron designar la calle hasta ahora conocida por el nombre de Calle Calcina, con el nombre de CALLE OBISPO ALFONSO MILIAN.
Al ser designado Obispo se abrió una suscripción popular y se le obsequió con el báculo que ostenta como Obispo.
Tanto a su toma de posesión como Obispo Auxiliar de Zaragoza como la de Obispo de Barbastro Monzon, asistió la mayor parte del pueblo de La Cuba.
Biografía
Mons. Alfonso Milián Sorribas nació el 5 de enero de 1939 en La Cuba, provincia de Teruel y diócesis de Teruel y Albarracín.
Realizó los estudios eclesiásticos en el Seminario Metropolitano de Zaragoza y fue Ordenado sacerdote el 25 de marzo de 1962.
En 1992 obtuvo la Licenciatura en Teología Catequética por la Facultad de Teología ‘San Dámaso’ de Madrid, con la tesina «La iniciación a la dimensión contemplativa del catequista por medio de la oración de Jesús». La segunda parte de la misma fue publicada en 1993, en la revista ‘Jesus Cáritas’ con el título «La invocación del nombre de Jesús, camino de encuentro con el Padre».
Además del español, conoce el francés.
Después de su ordenación, ha desempeñado los siguientes cargos:
– 1962-1969:Párroco de Azaila (Teruel);
– 1962-1967:Coadjutor de la Parroquia de La Puebla de Hijar (Zaragoza);
– 1967-1969:Encargado de las Parroquias de Vinaceite (Teruel) y Almochuel (Zaragoza);
– 1969-1983:Párroco de ‘San Pío X’ en Zaragoza;
– 1970-1976:Delegado de Cáritas de Arrabal (Zaragoza);
– 1978-1990:Miembro del Consejo Presbiteral de la Archidiócesis de Zaragoza;
– 1980-1981:Consiliario del Movimiento ‘Junior’;
– 1982-1990:Vicario Episcopal de la Vicaría IV de la Archidiócesis de Zaragoza;
– 1992-1996:Delegado Diocesano de Apostolado seglar y Consiliario Diocesano del Movimiento ‘Junior’;
– 1992-1998:Delegado Diocesano de Pastoral Vocacional;
– 1996-2004:Vicairo Episcopal de la Vicaría II;
– 1998-2004:Consiliario de ‘Manos Unidas’;
– Nombrado Obispo Auxiliar de Zaragoza el 9 de noviembre de 2000 y elegido para la sede titular de Diana, recibió la ordenación Episcopal el 3 de diciembre de 2000.
– El 11 de noviembre de 2004, el Nuncio Apostólico en España comunicó al Administrador Diocesano el nombramiento de Don Alfonso Milián para la sede barbastrense-montisonense, de la que tomó posesión el 19 de diciembre de 2004 en la catedral de Barbastro.
– En la Conferencia Episcopal es miembro de la Comisión Episcopal de Asuntos Sociales y Obispo Delegado para Cáritas Española.
Sello Episcopal explicado por el mismo Obispo
En mi sello he puesto un pan, una cruz y una frase del evangelio de san Juan, que, a lo largo de mi existencia sacerdotal, ha ido iluminando poderosamente mi vida y ministerio.
EL PAN
He querido que tenga la forma de una hogaza de pan, como el que hacían nuestras madres cuando éramos niños. El pan es un entrañable símbolo cristiano. Fruto de la tierra y del trabajo del hombre, representa nuestro mundo, las faenas y fatigas humanas, la familia, el hogar, el gozo de compartir la mesa común, la Eucaristía, el Verbo hecho Pan, el Cuerpo del Señor, la Iglesia, la vida, pues ganarse la vida es ganarse el pan… Significa muchas realidades el pan. Y a todas ellas quiere servir, con la ayuda del Señor, mi humilde ministerio episcopal.
Quiero que este sello me recuerde siempre mi orígen, que nací en un pueblo pequeño, La Cuba (Teruel), donde se amasaba el pan en las casas, y que, por lo tanto, debo ser un obispo sencillamente bueno, como el pan. Y romperme, repartirme, para que Jesucristo Resucitado y la alegría del Evangelio se hagan presentes en la vida de mucha gente.
Quiero que este pan me recuerde siempre el carácter central de la Eucaristía, donde Dios Padre sigue entregando a su Hijo Jesús, en el amor sin medida del Espíritu Santo, para que vivan en plenitud los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Sé que lo mejor que puedo darle al mundo es este Pan, la Eucaristía de Jesucristo, y también sacerdotes que puedan celebrar la Eucaristía. En ella, Jesús, el Maestro y el Señor, nos enseña que la mejor manera de partir el pan es partirse, que el mejor modo de mejorar y renovar el mundo es servir, lavar los pies.
En todas estas cosas he pensado y meditado, hermanos, al querer que en mi sello hubiese un pan.
LA CRUZ
Mi padre trazaba siempre una cruz sobre el pan, con el cuchillo, antes de partirlo. Sobre el pan, como mi padre, he querido que trazaran una cruz. El palo vertical es recto, de trazo regular, hecho con regla. Y he querido que fuese así, para expresar el camino de Dios hacia los hombres, el camino de Jesús. Dios no da rodeos para acercarse a nosotros, hacia la humanidad caída. Y lo ha hecho por medio de su Hijo Jesucristo, Jesús es el camino, el camino recto de Dios, y también el camino recto hacia el Padre. Dios escucha siempre el clamor y el sufrimiento de los hombres (Ex 3). El sufrimiento humano es como una oración sin palabras, que llega siempre al corazón del Padre: El Señor ha mirado desde su excelso santuario, desde el cielo se ha fijado en la tierra, para escuchar los gemidos de los cautivos y librar a los condenados a muerte (Salmo 101); así rezamos en la Liturgia de las Horas. Y Dios ha respondido sin rodeos, directamente, en línea recta, sin disgresiones, haciéndose presente entre nosotros, por medio de su Hijo eterno, en el amor sin medida del Espíritu Santo. La Cruz es el lugar exacto del encuentro entre el amor de Dios y lo más hondo del hombre. El madero vertical de la Cruz es la línea recta que une el cielo y la tierra. En la escuela, de niños, aprendimos que la línea recta es el camino más corto entre dos puntos. Todas tus obras son verdad, y rectos tus caminos (Dn 3, 27). Anunciar este camino recto del amor de Dios, anunciar la Cruz, tanto amó Dios al mundo, es como la punta de lanza de la evangelización, a través de los siglos, por parte de la Iglesia. Anunciaré a los rebeldes tus caminos y los pecadores se volverán a ti (Salmo 50).
Ha sido para mí un reto especial cruzar el umbral del siglo XXI llevando una Cruz en el pecho. Lo es para toda la Iglesia, para todos nosotros, los cristianos. El pectoral y el sello me lo van a recordar siempre. Vosotros y yo, mutuamente, nos ayudaremos a plantar la Cruz, a describir su brazo a la nueva generación, como dice varias veces el salterio.
Finalmente, el tramo horizontal de la Cruz en mi sello es irregular, como la vida humana.